MIS SHOCKS CULTURALES INICIALES
Muchas de mis amistades han sufrido de shock cultural. En ese momento sabían que sufrían pero no tenían idea que ese mal tiene nombre. Quizás les hubiera ayudado saber que el shock cultural se ha investigado, estudiado y catalogado y se considera una especie de enfermedad.
Yo he sufrido de shock cultural. No una sola vez. Múltiples veces. Y es que mi padre fue diplomático. Éramos chilenos y él trabajaba para el servicio exterior de Chile. Así que siempre nos mudábamos de un lugar a otro, de un país a otro. No viajábamos con el fin de turistear sino que para residir por un período de tiempo, que por lo general era de entre cuatro a cinco años.
Esta enfermedad que suena poco importante pero que no lo es, jamás se mencionó en mi familia. Y eso que ahora que miro atrás, no la padecíamos sólo mis hermanos y yo, sino que también mis padres. Y de manera aguda.
¿Por qué no se mencionaba? Bueno, una familia diplomática es como una militar. No se le envía al extranjero por placer sino por trabajo. No hay manera de evadir la experiencia.
Se espera que uno se adapte, aprenda un idioma y costumbres diferentes, haga nuevas amistades, saque buenas notas en la escuela… todo en cosa de semanas, o en el peor de los casos, en meses.
No sé cómo lo hacen otras familias. Sólo sé cómo lo logramos mis hermanos y yo. Y cómo lo lograron (o no), mis padres.
Como estuvimos expuestos a estos grandes sismos vitales recurrentes desde la infancia, no sabíamos que era poco común. Era algo normal para nosotros. Creo que eso nos ayudó. Teníamos que esforzarnos mucho. Pero nos parecían lógico, pues nadie nos informó que era inusual
Durante gran parte de mi niñez y adolescencia yo llegaba (generalmente a medio año) a una nueva escuela, era presentada como la niña extranjera al resto de la clase y entonces se esperaba de mí que me “pusiera al día” y que “pasara de grado”.
Tengo que reconocer que ser la muchacha exótica procedente de otro país me servía. Una o dos de mis compañeras siempre se me acercaban para ofrecerme amistad. Al verme estudiar asiduamente mis maestras no me exigían demasiado. Por lo menos el primer año. Ya para el segundo se ponían más estrictas y mis padres me pedían que fuera la mejor del curso. Pero ese intervalo durante el primer año me ayudaba a recuperarme del shock cultural.
Sin embargo este proceso de transición en el extranjero no es en nada comparable con lo que ocurría cuando llegaba a mi país natal. Entonces me tocaba enfrentarme al choque cultural “al revés”. El proceso que ocurre cuando uno llega del extranjero “a casa”.
Pero, …se estarán preguntando. Regresar a casa ¿no es mucho más fácil?”
No, para nada. Es mucho peor.
Como yo era chilena, me veía chilena, y tenía acento chileno, a nadie se le ocurría ayudarme. No era exótica. Mis maestras, compañeras y parientes no comprendían por qué estaba tan triste y desorientaba. ¿Por qué no podía sobreponerme como lo había hecho tantas veces en el extranjero?
La primera vez había regresado a los siete años. A esa edad a nadie le preocupó que fuera una niña diferente. Era muy pequeña.
Pero a medida que me iba acercando a la adolescencia, tropezaba cada vez más. Siempre cuesta cambiarse de escuela. Pero hacerlo luego de haber vivido en el extranjero al país propio es un cuento aparte, por no decir un infierno.
La peor experiencia fue al llegar a los once años. Mis compañeras de escuela formaban grupitos apretados, casi impenetrables. Tuve que luchar por entrar. Mis amigas de infancia de hace cinco años eran las que mas me rechazaban, sobre todo si nuestros padres eran amigos. Seguro que le habrían dicho a sus hijas: “Sean simpáticas con Cecilia pues recuerden que ella acaba de regresar del extranjero”.
Lo peor que podían haber dicho.
Era verdad que yo me vestía de manera diferente, hablaba raro, no comprendía las expresiones locales, y quería contarles anécdotas sobre otro país. Fue como si tuviera la peste.
Tengo que reconocer que aprendí rápido lo que me ayudaba o perjudicaba. Así fue que cuando me tocó regresar de un nuevo viaje al extranjero, sobreponerme al shock cultural “al revés” no fue tan difícil como la vez anterior. Contaba además con la experiencia de dos shocks culturales nuevos adquiridos en el extranjero.
Ojalá les sean útiles algunas sugerencias basadas en mi propia vida que les daré a continuación. Servirán más a personas jóvenes que aun están en la escuela o en la universidad. Ojalá que ustedes me puedan colaborar con algunas experiencias propias, o sugerencias. En mi próximo blog seguiré hablando del shock cultural, pero desde el punto de vista adulto.
Acá van algunas sugerencias:
{C}1. Si es posible libérate de cualquier acento o expresión extranjera.
{C}2. Busca expresiones locales e incorpóralas a tu lenguaje.
{C}3. Compra y usa artículos de vestir según la moda local.
{C}4. Ríete de los chistes aunque no los entiendas (con el tiempo los encontrarás divertidos).
{C}5. Trata de no hablar mucho del lugar de donde vienes. En mi experiencia, a nadie le interesará.
{C}6. Habla de actividades tuyas locales, por ejemplo, el fin de semana que pasaste con primos locales.
{C}7. Observa, observa, observa. Escucha , escucha, escucha. Fíjate en el lenguaje corporal de gente de tu edad y imítalo todo lo que puedas al expresar tu júbilo, tristeza o desagrado. Tu sobrevivencia cultural podría depender de ello.
Bueno, les he contado mi historia. Ahora les toca a ustedes. Cuéntenme sus historias sobre cómo se sobrepusieron al shock cultural.